En sus poco más de 14 meses como presidente, Alberto Fernández se ha mostrado como un practicante avezado en ejercicios de supervivencia. Consecuente con su historia política, más allá de algunos arrebatos retóricos disruptivos. Coherencia entre estética y praxis. Rara vez desafía los grises. En pocas ocasiones disgusta a sus interlocutores de turno. Solo cuando tiene asegurada una ventaja indescontable apuesta (o logra que parezca que lo hace).
PASO: el oficialismo le vuelve a correr el arco a la oposición
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