Una calle que lleva su nombre, una escuela, un breve mármol que cuida su memoria y un museo montado como homenaje y con algún fin turístico. Una casona a la que llaman “La Rosadita”, una pista de avión en medio de la nada, construida a ritmo de machete para la llegada ocasional del Tango 01, y ruinas de un imperio que ya fue. La historia cae, atroz.
Anillaco: las ruinas del imperio menemista
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